El puente de hielo, cada vez más curvo, resiste a los sacudones de las catedrales de hielo que se desploman a sus pies en una explosión de belleza. Sin embargo, el final estaba escrito y debía desplomarse ante la mirada atónita de un puñado de testigos que jamás podrán olvidar este momento: Son las 10.55 y el glaciar Perito Moreno acaba de escribir su final perfecto para el show de hielo que mantuvo en vilo a los espectadores.
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"Estoy muy agradecido por tener esta gran oportunidad como un regalo de poder verlo así. Esperé muchos años, la vida esta transcurriendo y ya no quedan muchos años", dice Pedro Svarka, un hombre que ha construido su vida científica en torno a los glaciares y en especial al Campo de Hielo Sur. Es, posiblemente, el científico argentino que más lo ha estudiado. Aún así su mirada sobre el glaciar Perito Moreno mantiene la sorpresa intacta de la primera vez.
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Es la primera vez que Svarka logra ser testigo del proceso de ruptura, y no deja de alegrarse por ello. Fue uno de los primeros en llegar a las pasarelas hoy a la mañana. Anoche fue de los pocos que durmió en Parques. Cuando a las 10 de la noche se escuchaban caer las paredes que no lograban captar las retinas, muchos aquí creyeron que el puente podría caer durante la noche y repetir la ruptura del 2012, que se dio de madrugada y sin testigos.
A las 7.30 de la mañana ya había una larga fila de autos y colectivos para ingresar al Parque Nacional Los Glaciares, que abrió sus puertas a las 8. Saber que aún no había caído el puente de hielo era una promesa que subía la adrenalina. Llegar era la única misión de los madrugadores que desafiaban la lluvia constante y el pronóstico que indicaba que los chaparrones serían aislados, pero constantes.
La luz del amanecer mostraba al Canal de los Témpanos inundado de migajas de hielo que flotaban al compás de cada nuevo estrépito. Desde el balcón inferior norte, desde donde LA NACION siguió el proceso final, se pudo tener una de las mejores panorámicas para ver el momento culminante. Cada estrépito era acompañado por los disparos de las cámaras fotográficas que sonaban como ráfagas...
Es la primera vez que Svarka logra ser testigo del proceso de ruptura, y no deja de alegrarse por ello. Fue uno de los primeros en llegar a las pasarelas hoy a la mañana. Anoche fue de los pocos que durmió en Parques. Cuando a las 10 de la noche se escuchaban caer las paredes que no lograban captar las retinas, muchos aquí creyeron que el puente podría caer durante la noche y repetir la ruptura del 2012, que se dio de madrugada y sin testigos.
A las 7.30 de la mañana ya había una larga fila de autos y colectivos para ingresar al Parque Nacional Los Glaciares, que abrió sus puertas a las 8. Saber que aún no había caído el puente de hielo era una promesa que subía la adrenalina. Llegar era la única misión de los madrugadores que desafiaban la lluvia constante y el pronóstico que indicaba que los chaparrones serían aislados, pero constantes.
La luz del amanecer mostraba al Canal de los Témpanos inundado de migajas de hielo que flotaban al compás de cada nuevo estrépito. Desde el balcón inferior norte, desde donde LA NACION siguió el proceso final, se pudo tener una de las mejores panorámicas para ver el momento culminante. Cada estrépito era acompañado por los disparos de las cámaras fotográficas que sonaban como ráfagas...
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